La Importancia de Educar al niño, para la Salud del Adulto
Alimentar bien a los niños significa mejorar su salud. Un niño bien alimentado crece mejor, tiene más energía para la actividad física y para el aprendizaje escolar y tiene menos posibilidades de padecer muchas enfermedades.
Enseñarle a comer bien, crear hábitos saludables durante la infancia, es uno de los mayores bienes que pueden dar los padres a sus hijos y un gran paso para prevenir las enfermedades del adulto.
La alimentación saludable debe inculcarse en el seno de la familia y también en la escuela. Sin embargo, no es una tarea fácil enseñar a los niños a comer los alimentos adecuados. Los niños aprenden por imitación de los adultos y, además, desde los primeros años de vida. Para enseñarles es necesario un esfuerzo permanente de los padres, que deben tener conocimientos de alimentación saludable y practicarla ellos mismos. El objetivo principal de este artículo es ayudar a los padres en su trabajo de enseñar a comer a sus hijos. El segundo objetivo es la prevención de la obesidad infantil.
La obesidad infantil es cada vez más frecuente, debido sobre todo a los malos hábitos nutricionales que el niño adquiere en los primeros años de vida y que persisten durante la etapa de adulto. Paradójicamente también están aumentando los trastornos de la conducta alimentaria, la anorexia nerviosa y la bulimia, relacionados con la proliferación de las modas de hacer dietas, muchas de ellas incorrectas y peligrosas para la salud. Es conveniente evitar la cultura de <<dietas>> y promocionar que el niño y el adolescente tomen una alimentación sana y abundante desde los primeros años de vida.
El gran interés en evitar la obesidad del niño radica en que es el comienzo de la obesidad del adulto. La mayor parte de los niños obesos lo seguirán siendo durante la vida adulta, y viceversa, la mayoría de adultos obesos han comenzado su trastorno durante la infancia. Este fenómeno se explica porque las causas de la obesidad son las mismas tanto en el niño como en el adulto. Al ser un problema crónico, que dura años y décadas, necesita que los factores que lo ocasionan actúen de manera habitual, como una costumbre bien arraigada. En definitiva, el <<estilo de vida>>, que comprende tanto los hábitos nutricionales como los de actividad física, son costumbres que se inician en la infancia, se consolidan en la adolescencia y persisten con pocos cambios durante toda la vida adulta.
Es conocido lo difícil que es tratar la obesidad del adulto, ya que para tener éxito hay que cambiar y modificar totalmente sus rutinas diarias, tanto de comidas como de actividad física. Son costumbres arraigadas porque las lleva practicando durante muchos años. En la obesidad infantil no hay tantas dificultades, porque el niño aprende, más fácilmente los hábitos saludables y tiene menos problema para abandonar los pocos saludables, ya que todavía no los ha tomado y consolidado como propios. Por esta razón se obtienen mejores resultados en la prevención de la obesidad infantil cuanto más pronto se comienza, es decir, en cuanto se detecte.