Los trastornos del comportamiento alimentario

 In Salud

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Un cierto número de perturbaciones del comportamiento alimentario provoca sobrecargas ponderales por aportes excesivos e ingestas mal reguladas.

En gran parte, en el origen de estos trastornos pueden detectarse factores emocionales de naturaleza compleja.

El picoteo

Sentados delante de la pantalla del tv o soñando despiertos mientras hojeamos una revista, tragamos sin pensar y sin tener hambre, mientras van desfilando las imágenes, pastas, golosinas o galletas de apetitivos. Este comportamiento tan frecuente es una situación de regresión a un estadio oral, semejante a la actitud de un niño de pecho, que harto y adormilado, continua mamando por inercia. No se trata de una respuesta a la necesidad; aquí solo se busca la dimensión de un placer pasivo.

El ansia

El ansia es una sensación imperiosa de hambre, pero tan solo relacionada con alimentos concretos y que nos encantan. El ansia termina una vez calmado el supuesto hambre. No se vive con sentimiento de culpabilidad, al contrario de lo que sucede con la crisis bulímica, por ejemplo.

El ansia por los dulces es la más frecuente y afecta especialmente a mujeres jóvenes y febriles. Al estar acompañada por malestar, mareo y cansancio, el ansia corresponde con un descenso de la glucemia, es decir, del índice de azúcar en la sangre, causando habitualmente un régimen demasiado restrictivo.

Para luchar contra esos ataques de hambre, en el plano dietético se aconseja optar por consumir un producto lácteo, una fruta o una barrita proteínica antes que grasas o azucares. Y desde una perspectiva psicológica, ¿por qué no intentamos devorar emocionalmente otra cosa que no sea comida?, por ejemplo, darle un beso a la persona amada si tenemos la ocasión de hacerlo, o le damos un abrazo a ese compañero con el que nos entendemos también o nos vamos a cine – evitando las crispetas- resumiendo, se trata de provocar una emoción fuerte y agradable, sin tener que aportar calorías, libere serotonina.

Paradójicamente, uno también puede provocar un estado de nerviosismo, de estrés, con el dfin de liberar azúcar en la sangre a través de la secreción de adrenalina. Pase miedo; por ejemplo, móntese en una atracción tipo montaña rusa o vaya a cine y vea una película de terror o suspenso. A cada cual le corresponde encontrar una situación susceptible de activar una emoción fuerte, positiva y útil, o que le permita desahogarse.

La chocomanía

El chocolate está asociado a los placeres de la infancia, simbólicamente, es portador de dulzura, de ternura, de calor y de sensualidad. Da la imagen de ser un producto sano. Cabe distinguir entre los que prefieren el amargor del chocolate negro, de aquellos que lo prefieren con leche, azucarado y relleno. Siguiendo el plano simbólico, es como si entre sus adeptos hubiera una especie de búsqueda del paraíso perdido de la infancia y de una burbuja protectora.

En lo que tiene que ver con las vivencias emocionales, el chocolate está relacionado con la bioquímica de las emociones. El aporte de azúcar y grasa que produce activa la secreción de la serotonina, el ya citado neurotransmisor del bienestar (el mismo cuya tasa sube bajo el efecto de muchos antidepresivos). Además, el chocolate contiene  triptófano, un aminoácido esencial presente en la composición de la propia serotonina. Así mismo contiene tiramina, feniletilamina, cafeína y teobromina, que estimulan el sistema nervioso, facilitan el esfuerzo,  aumentando la vigilancia, la eficacia intelectual y tienen también un efecto antidepresivo. El chocolate aumenta las tasas de endorfina, la morfina natural que nuestro cuerpo fabrica especialmente después de hacer deporte y que posee un formidable efecto de descanso y de apaciguamiento de los dolores de toda clase.

El síndrome de la alimentación nocturna

Las señales de este síndrome son: levantarse en plena noche y medio dormido para ingerir una importante cantidad de alimentos, generalmente de alto contenido en azucares y grasas, sin casi guardar memoria de ello al despertar, lo que algunas veces está emparentado con el sonambulismo. Con frecuencia las personas que lo padecen se muestran ansiosas, estresadas o coléricas. Este síndrome tiene lugar a todas las edades y afectaría al 5% de los niños obesos.

La hiperfagia

Este comportamiento se caracteriza por un exceso regular tanto de la comida en el plato como en el modo de llevársela a la boca (grandes cucharadas, bocados a ritmo rápido y masticaciones breves). Puede ser una característica familiar. Algunas veces llega a tener un aspecto patológico, lo que traduce a la nueva terminología de hiperfagia bulímica, que se sitúa entre la encrucijada de la hiperfagia y de la bulimia descrita más adelante.

El trastorno de la bulimia se caracteriza por ingestas de grandes cantidades de alimento. Las comidas o los refrigerios tienen unas proporciones desmesuradas que van mucho más allá de la saciedad, y el individuo es incapaz de parar de comer. Sin embargo, no presenta ni el carácter de la obnubilación ni la programación propia de la crisis bulímica.

Crisis bulímica

No está asociada con una verdadera sensación de hambre, sino con un estado de malestar psíquico. Conduce a ingerir en un segundo estadio, importantes cantidades de alimentos, muy ricos en calorías, y se interrumpe con la aparición de dolores físicos vinculados a la distensión del estómago y seguidos de vómitos. Habitualmente se halla precedida por una preparación que consiste en comprar alimentos cuando se está solo. La bulimia da lugar a un estado de embotamiento y después a un sentimiento de vergüenza.{jcomments on}

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