Mecanismos de Regulación del Hambre
Los mecanismos que controlan el equilibrio entre el hambre, el apetito y la saciedad son bastantes complejos, pero vamos a intentar describirlos para entender mejor porque tenemos cada una de esas sensaciones.
El órgano más importante en la regulación del hambre no es el estómago ni ninguno de los que forman parte del aparato digestivo, sino el cerebro. El cerebro y una pequeña glándula llamada hipotálamo, que está localizada en el centro de la cavidad craneal, reciben una gran variedad de información proveniente de los centros del hambre y controlan la dotación de nutrientes al cuerpo. El hipotálamo gobierna la producción de impulsos nerviosos, y evalúa el estado nutritivo y los estímulos provenientes del estómago y los intestinos (o tracto gastrointestinal). Esta glándula está dividida en dos partes: el centro del hambre y el centro de la saciedad.
Cuando el centro del hambre se estimula, el centro del impulso en el cerebro se activa, lo que provoca que la persona busque comida. Por el contrario, cuando el centro de la saciedad se estimula, se inhibe el impulso del hambre. El sentido del olfato estimula también el centro del hambre, ya que el nervio olfativo se comunica indirectamente con él. Los olores, por tanto, son también un importante estímulo para desencadenar la sensación de hambre. ¿A quién no le ha ocurrido alguna vez no tener sensación de hambre pero, al oler un sabroso guiso, empezar a sentirla?
Uno de los factores nutritivos más relevantes y que más rápido actúa en el nivel de glucosa en la sangre. De acuerdo con la ampliamente aceptada teoría glucostática, si estos niveles caen demasiado, el centro del hambre se estimula. De la misma forma, si los niveles de glucosa suben demasiado, la actividad del centro de saciedad aumenta, lo que disminuye el deseo de comer. A veces es difícil diferenciar entre hambre, ansiedad y bajas de glucosa. La realidad es que a veces las tres circunstancias van ligadas y, como acabamos de ver, la hipoglucemia es incluso uno de los mayores estímulos del hambre. Por ello, los antecedentes personales, las circunstancias especificas de cada caso, la sintomatología y las pruebas diagnosticas nos ayuda a saber frente a que nos encontramos.
Por otro lado, los niveles de aminoácidos afectan a las personas casi de la misma manera que lo hacen los niveles de glucosa. Es decir, un aumento en la concentración de aminoácidos disminuye el deseo de comida. El mecanismo de los aminoácidos no es tan potente como el de la glucosa, pero ambos factores afectan el impulso a corto plazo (por horas).
De la misma forma, los niveles de ácidos grasos en la sangre y el tejido adiposo del cuerpo (grasa) también afectan el impulso del hambre. Sin embargo, esta regulación se da a más largo plazo (por mes) y tiene un efecto muy pequeño en el control del apetito.